Cuando el amor se revela como utilidad y despoja el alma
- Piarismendi
- hace 2 días
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El espejismo de un amor compartido, tejido con promesas y sueños conjuntos, puede desvanecerse abruptamente, dejando tras de sí un paisaje desolador de ilusiones rotas. La desilusión se torna punzante cuando la máscara cae y se revela un propósito utilitario, una instrumentalización del ser que reduce meses de vivencias compartidas, sentimientos profundos y la propia alma a meros peldaños en la escalera ajena. El impacto es devastador, fragmentando lo que quedaba de la propia esencia y sembrando la duda sobre el valor de la propia existencia.

La traición de descubrir que el afecto profesado no era genuino, sino una herramienta para alcanzar un fin egoísta, hiere en lo más profundo. Los recuerdos, antes tesoros entrañables, se tiñen de un matiz amargo, cuestionando la autenticidad de cada gesto, cada palabra, cada instante compartido. La sensación de haber sido utilizado, de que la propia vulnerabilidad fue explotada, genera una rabia sorda y una profunda sensación de vacío.
"Experimentar que alguien cercano nos ha instrumentalizado emocionalmente es una forma de abuso psicológico que puede dejar cicatrices profundas", explica la psicóloga especialista en trauma, Dra. Beatriz Flores. "La sensación de que nuestro ser, nuestras emociones y nuestro tiempo fueron desvalorizados y utilizados para un beneficio ajeno erosiona la confianza en uno mismo y en los demás, generando un profundo dolor y confusión".
Los sueños construidos en conjunto se desmoronan como castillos de arena ante la marea de la realidad. Las expectativas de un futuro compartido se revelan como una farsa, dejando un eco hueco en el lugar donde antes resonaba la esperanza. La inversión emocional, la entrega sincera y la apertura del alma se sienten ahora como una ingenuidad costosa, una vulnerabilidad que fue aprovechada sin escrúpulos.
La propia identidad se tambalea al cuestionar la validez de los sentimientos y las experiencias vividas. Si el otro solo veía utilidad, ¿qué valor real tenían esos momentos compartidos? La tendencia a minimizar el propio dolor y a dudar de la propia percepción puede ser fuerte, pero es crucial reconocer la magnitud de la herida infligida.
En los silencios que siguen a una ruptura dolorosa, en las miradas perdidas que intentan comprender lo incomprensible, resuena el lamento de los sueños rotos por la utilidad ajena.
Son historias de corazones generosos que se entregaron sin reservas y se encontraron despojados de su valor intrínseco, reducidos a un medio en lugar de un fin.
La pregunta que emerge con fuerza es: ¿se puede sobrevivir a esta fragmentación del alma? La respuesta, aunque teñida de dolor, es un rotundo sí. La resiliencia humana, aunque a veces parezca agotada, posee una capacidad asombrosa para sanar y reconstruir. El proceso será arduo, requerirá tiempo, paciencia y, en muchos casos, apoyo profesional.
Sobrevivir implica permitirse sentir el dolor en toda su intensidad, sin negarlo ni minimizarlo.
Es necesario procesar la rabia, la tristeza y la sensación de traición para poder liberar el peso de la desilusión. Reconstruir la propia autoestima, recordando el valor intrínseco que reside en cada ser humano más allá de la mirada ajena, es un paso fundamental.
Rodearse de una red de apoyo de amigos, familiares o terapeutas que puedan ofrecer comprensión y contención es crucial en este proceso de sanación. Reconectar con los propios intereses, redescubrir la alegría en las pequeñas cosas y permitirse volver a soñar, esta vez con una base más sólida y un discernimiento más agudo, son pasos hacia la recuperación.
La experiencia de haber sido utilizado puede dejar cicatrices profundas, pero también puede ser un catalizador para un crecimiento personal significativo. Aprender a reconocer las señales de alerta, a establecer límites saludables y a valorar la propia esencia por encima de la necesidad de complacer o ser útil a toda costa son lecciones valiosas que fortalecerán el camino futuro.
Aunque el alma se sienta hecha pedazos, la capacidad de sanar y de reconstruir existe. La supervivencia no es solo una posibilidad, sino un testimonio de la fortaleza inherente al espíritu humano. El eco hueco de los sueños rotos puede eventualmente ser reemplazado por una nueva melodía, una sinfonía de autodescubrimiento, amor propio y la certeza de que el valor de nuestro ser trasciende cualquier intento de instrumentalización. Se sobrevivirá, y en ese proceso, se encontrará una nueva forma de vivir, sentir y amar, basada en la autenticidad y el respeto propio.
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