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Cuando la vida se siente en deuda y el ser sobra

En la vertiginosa carrera de la existencia, donde los estándares autoimpuestos y las expectativas sociales a menudo marcan el ritmo, emerge una sensación corrosiva y silenciosa: la insuficiencia. No se trata de un tropiezo puntual, sino de una sombra persistente que oscurece la percepción de uno mismo, dejando la amarga impresión de estar constantemente al debe en las áreas cruciales de la vida, especialmente en el amor, y de, en última instancia, sobrar en un mundo que parece avanzar sin notar nuestra presencia.



Esta sensación de estar en deuda con la vida se manifiesta de múltiples formas. Puede ser la constante comparación con logros ajenos, la percepción de no alcanzar las metas profesionales o personales deseadas, o la angustiante creencia de no estar a la altura de las expectativas de los demás. En el ámbito del amor, esta insuficiencia se traduce en la sensación de no ser amado lo suficiente, de no merecer afecto genuino o de ser incapaz de construir relaciones significativas y duraderas.


"Sentirse insuficiente es una experiencia humana dolorosa y común, a menudo alimentada por una combinación de factores internos, como la baja autoestima y el diálogo interno negativo, y factores externos, como las presiones sociales y las experiencias pasadas de rechazo o fracaso", explica el psicólogo clínico Andrés Morales. "Esta sensación puede generar una profunda inseguridad y afectar negativamente la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás".


La sensación de "estar al debe" en el amor es particularmente lacerante. Se manifiesta en la dificultad para creer en el afecto recibido, en el temor constante a no ser suficiente para la pareja, o en la repetición de patrones de relaciones insatisfactorias. La creencia de no merecer un amor pleno y recíproco puede llevar a la autosabotaje, alejando a posibles compañeros o conformándose con relaciones que confirman la propia sensación de insuficiencia.


Pero quizás la experiencia más desgarradora es la de "sobrar realmente", la sensación de ser un peso innecesario, de no encontrar un lugar significativo en el tejido social o en la vida de los demás. Esta percepción puede surgir de la soledad no deseada, de la falta de conexión genuina o de la sensación de que nuestras contribuciones no son valoradas. En un mundo que a menudo prioriza la productividad y el éxito visible, aquellos que luchan contra la sensación de insuficiencia pueden sentirse invisibles y prescindibles.


Esta profunda sensación de insuficiencia y de sobrar puede conducir a una pérdida del sentido humano fundamental. La conexión con la propia valía se debilita, la empatía hacia uno mismo se desvanece y la capacidad de experimentar alegría y propósito disminuye. La vida se percibe como una carga, una constante lucha por alcanzar un estándar inalcanzable, dejando poco espacio para la autenticidad y la conexión genuina con el propio ser y con los demás.


Detrás de las fachadas de vidas aparentemente completas, pueden esconderse estas luchas silenciosas. Individuos que, a pesar de sus logros externos, libran una batalla interna contra la sensación de no ser suficientes. Personas que anhelan el amor y la conexión, pero que se sienten incapaces de alcanzarlos debido a la profunda creencia de estar al debe. Seres que, en la vorágine de la vida moderna, sienten que su propia existencia se ha vuelto superflua.


Superar esta sombra de la insuficiencia requiere un acto de profunda auto-compasión y un proceso de reconstrucción de la propia valía. Implica desafiar las creencias negativas internalizadas, reconocer los propios logros y fortalezas, y permitirse la vulnerabilidad en las relaciones. Buscar apoyo profesional puede ser crucial para desentrañar las raíces de esta sensación y desarrollar estrategias para construir una autoestima sólida y saludable.


No se trata de alcanzar la perfección inalcanzable, sino de aceptar la propia humanidad con sus luces y sombras. Se trata de reconocer que el valor intrínseco de cada persona no depende de sus logros externos o de la aprobación de los demás. Se trata de reconectar con el propio sentido humano, con la capacidad de amar y ser amado, de contribuir al mundo de manera auténtica y de encontrar alegría en la propia existencia, sin la constante sombra de la insuficiencia. La vida no es una deuda constante, y nadie sobra realmente en el vasto y complejo tejido de la humanidad. El camino hacia la plenitud comienza con la aceptación y el amor propio.

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