Por Cristobal Rodillo, CEO Prozer.io
En los últimos años, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) ha desatado un profundo debate en nuestra sociedad. Entre las voces que la defienden y aquellas que la critican, surge un temor que no deja de repetirse: ¿la IA acabará con nuestros empleos? Este miedo, aunque comprensible, merece un enfoque más matizado. Y así lo demostró la reciente encuesta de Ipsos, la cual reflejó que el 68% de los consultados en Chile, cree que la IA les hará perder su trabajo. Pero lejos de ser una amenaza, la IA tiene el potencial de convertirse en una herramienta transformadora que no solo genere nuevas oportunidades laborales, sino que también potencie la colaboración entre personas y tecnología.
A lo largo de la historia, cada avance tecnológico importante ha provocado inquietud. La máquina de vapor, la electrificación y la llegada de los computadores enfrentaron resistencia en su momento, pero terminaron por demostrar que eran catalizadores de crecimiento económico y generadores de nuevos empleos. La IA no es diferente: no reemplazará al humano, sino que permitirá redirigir nuestras habilidades hacia tareas de mayor valor.
Pensemos en esto: la automatización de procesos repetitivos nos libera tiempo y energía. Esto no significa que el trabajo desaparezca, sino que evoluciona. Surgen entonces roles que exigen lo que solo los seres humanos podemos ofrecer: creatividad, empatía y la capacidad de resolver problemas complejos. Estos son talentos que ninguna máquina puede replicar.
Más allá de conservar empleos, la IA está abriendo puertas a profesiones y sectores que hace apenas una década no existían. Áreas como la ciencia de datos, la ciberseguridad y el desarrollo de modelos de IA ya han generado millones de empleos altamente calificados. Pero esto no se limita al ámbito tecnológico: industrias tradicionales también se benefician, creando una demanda creciente por roles complementarios que enriquecen la manera en que trabajamos.
La IA también tiene el potencial de mejorar la calidad de los empleos actuales. Las empresas que integran esta tecnología suelen reportar aumentos significativos en productividad, lo que les permite reasignar recursos hacia nuevas áreas de crecimiento. Muchas de estas empresas optan por capacitar a sus empleados en lugar de despedirlos, fomentando un entorno de aprendizaje continuo donde todos ganan.
Además, al automatizar tareas repetitivas, la IA reduce el estrés y la carga laboral, promoviendo un mejor equilibrio entre la vida personal y profesional. Esto no solo beneficia a los trabajadores, que se sienten más motivados, sino también a las empresas, que logran retener talento comprometido y satisfecho.
En lugar de temer a la IA como una amenaza para nuestros empleos, debemos adoptarla como una aliada para ampliar nuestras capacidades. Las empresas que implementen esta tecnología de manera ética y responsable podrán crecer sin sacrificar empleos, convirtiéndose en ejemplos de cómo la innovación puede beneficiar a todos.
La inteligencia artificial no es un destino inevitable, sino una herramienta. Su verdadero impacto dependerá de cómo decidamos utilizarla: para construir un mundo más inclusivo, productivo y colaborativo, donde el trabajo humano y la tecnología se complementen para alcanzar nuevas alturas.
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