Al finalizar la marcha, me sentí llena de esperanza.
Este 8M, Santiago se vistió de fiesta para celebrar la lucha por los derechos de las mujeres. Miles de mujeres, con sus pañoletas verdes y moradas, llenaron las calles de color, baile y esperanza. Entre ellas, destacaba el grupo lab.loka, un colectivo de mujeres que, a través de la batucada, reivindican su espacio en la sociedad.
Tuve la oportunidad de acompañar a lab.loka en su recorrido desde la Universidad Católica hasta la Universidad de Chile. La energía era contagiosa. Los tambores retumbaban en las calles, mientras las mujeres bailaban y cantaban al ritmo de sus propias voces. Era un canto a la vida, a la libertad y a la justicia.
En un momento emotivo, la batucada se detuvo para realizar un homenaje a las víctimas de femicidio y a las mujeres desaparecidas. Un silencio respetuoso invadió la calle, mientras los nombres de las víctimas eran leídos uno por uno. Era un recordatorio de la violencia que aún sufren las mujeres en el mundo, pero también un llamado a la acción para construir un futuro mejor.
Al finalizar la marcha, me sentí llena de esperanza. La fuerza y la unión de las mujeres que participaron en el 8M me demostraron que no estamos solas. Somos muchas las que queremos un futuro mejor, un futuro donde las mujeres podamos vivir con libertad, seguridad y dignidad.
Un futuro que, sin duda, está cada vez más cerca.
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